Comedores compulsivos: cuando el hambre no es física, sino emocional
¿Te has fijado en
la manera en que comes? ¿Has observado si ingieres sin hambre? ¿Utilizas la
comida para aliviar tu ansiedad o tus preocupaciones? Si intuyes que esto puede
estar pasándote, tal vez estés utilizando erróneamente los alimentos para
combatir el aburrimiento, la soledad, el estrés o el enfado.
Lo saludable
es afrontar estos estados con otras estrategias distintas a la comida, pero
para ello el primer paso es aprender a detectar cuándo te estás comportando
como comedor emocional.
Veamos ocho rasgos que te
permitirán distinguir el hambre emocional del hambre fisiológica:
1. ¿Cuándo aparecen? Mientras
que el hambre física se presenta de forma gradual (va dando señales estomacales
poco a poco), el hambre emocional te interrumpe bruscamente en
momentos en los que ni siquiera estás pensando en comida.
2. ¿Qué demandan? Cuando
el hambre es física, estás abierto a ingerir los diferentes alimentos.
Cuando comes desde la emoción, buscas un determinado grupo
de alimentos (pasta, chocolate, hamburguesa, dulces) como si
sólo pudieras satisfacerte con un alimento en concreto.
3. ¿Dónde se sitúan? El
hambre física se concentra en tu estómago (sensación de vacío,
movimientos); el hambre emocional se focaliza en tu boca (deseo de chupar,
masticar, tragar) y en tu mente (pensamientos obsesivos sobre
comer)
4. ¿Qué urgencia muestran? El
hambre física es paciente, preferiría ser saciada, pero puede esperar a
hacerlo. El hambre emocional es urgente, necesita satisfacer
inmediatamente el impulso o deseo de
comer.
5. La causa. El hambre
fisiológica responde a una necesidad física, que aparece después de estar
durante horas sin ingerir nada (mareo, baja energía); por contraposición, el
hambre emocional va precedida de una emoción perturbadora (ansiedad,
depresión, apatía, soledad) y un acontecimiento estresante o inquietante
(discusión, problemas con pareja, exceso de trabajo)
6. El grado de consciencia.
Cuando comes por fisiología, puedes decidir libremente el alimento,
eres consciente de lo que ingieres y lo saboreas con todos los sentidos,
siendo capaz de escoger la cantidad que comes. Cuando comes emocionalmente, lo
haces de forma automática y distraída, sin degustar la comida, sin controlar qué y
cuánto comes, y con notable dificultad para detener la
ingesta.
7. La saciedad. El hambre física
desaparece cuando el cuerpo se ha alimentado, pues busca nutrirse (“estoy repleto y
paro”). El hambre emocional no desaparece después de comer (“siento lleno el
estómago, pero sigo comiendo”). Si
eres comedor emocional ocultas, mientras comes, emociones dolorosas que no
sabes manejar de otra manera.
8. Consecuencias.
Tras comer por hambre física, no hay consecuencias negativas, alimentarse
lo consideras como algo necesario y normal. Sin embargo, después de comer
desde la emoción, son frecuentes los sentimientos de culpabilidad y
vergüenza, porque sabes que has ingerido en exceso y
te criticas duramente por ello.
Comer desde la
emoción es comer para sentirte mejor, pero al acabar, es tal el
remordimiento, que te comprometes a repararlo con prontitud (“mañana haré
dieta, no cenaré, saldré a hacer ejercicio, etc.)
Si os interesa el
tema,seguiremos hablando y analizando el hambre emocional y
cómo influye el estado de ánimo, la ansiedad y el estrés a la hora de engordar:
@Lo que
sus antojos de alimentos significan y cómo superarlos, por Doreen Virtue,
Ph.D., publicado por Hay House, Inc., 1995)